Imagen extraída de Página 12

[Por Gabriela Pascual] ‘Nos dan la justicia a cuenta gotas’, eso nos dice Nora Cortiñas al salir de la Sala AMIA, en los Tribunales de Comodoro Py, tras escuchar la sentencia del Tribunal Oral Federal N° 6, en la causa Puente 12. Porque, tras un año de audiencias, lo que escuchamos de boca de los jueces Fernando Canero, Julio Panelo y José Martínez Sobrino, tiene gusto a poco. Una sentencia ‘bien de época’ podríamos decir, una sentencia política.

El Tribunal condena a Miguel Osvaldo Etchecolatz (prisión perpetua), Federico Antonio Minicucci (prisión perpetua), Nildo Jesús Delgado (7 años), Alberto Faustino Bulacio (8 años) y Daniel Francisco Mancuso (6 años); también pide la detención de este último, que llega a juicio estando en libertad. En cambio absuelve a los ex policías José Félix Madrid, Guillermo Horacio Ornstein, Carlos Alberto Tarantino y Ángel Salerno, por falta de mérito, a la vez que declara la prescripción de los hechos por los que se los ha procesado.

Se trata de crímenes cometidos antes del 24 de marzo de 1976, en el CCD Cuatrerismo – Brigada Güemes, ubicado en Camino de Cintura y Ricchieri, La Matanza. Crímenes que ya no podrán ser vueltos a juzgar y por lo tanto, quedarán impunes. Para estos magistrados (que por primera vez tienen a su cargo un juicio por crímenes de lesa humanidad) es más fácil condenar a Etchecolatz (ex Jefe de Investigaciones bonaerense) o Minicucci (ex Teniente Coronel del Ejército) que ya cuentan con condenas previas, por crímenes cometidos a partir de 1976. No sucede lo mismo con los delitos ocurridos antes de esa fecha, ni con sus responsables. Entonces, no lo hacen. Fue ‘obediencia debida’, hay un ‘punto final’.

Es una condena acorde a los tiempos judiciales y políticos que nuestro país atraviesa, donde las víctimas deben volver a demostrar que son víctimas, la historia debe volver a decir que aquí ocurrió un genocidio y los victimarios vuelven a esgrimir que no hicieron más que aquello ‘que la Patria necesitaba’. Pero a pesar de todo, con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos, al salir de la Sala podemos rescatar algunas justicias: la lucha de sobrevivientes y familiares fue la que consiguió que una instrucción iniciada en 2007 (si, 10 años atrás) se haya convertido en juicio y en condena. También, que los delitos sexuales hayan sido parte de los crímenes por los que se condenó a los procesados (cuando sus defensores pretendían que se iniciara un nuevo juicio). Y fueron sobre todo las mujeres (sobrevivientes de estos crímenes de crímenes) quienes alzaron la voz para decir ‘esto también nos pasó’. Igual sucedió con la revocación de la prisión domiciliaria que Miguel Osvaldo Etchecolatz obtuvo en diciembre del 2017, cuando el Tribunal le permitió pasar el verano en el Bosque de Peralta Ramos, en Mar del Plata.

Cuarenta y dos años más tarde, el secuestro, la tortura, la desaparición, el asesinato, los abusos, las violaciones, el robo, la apropiación de niños y niñas, es decir, la violencia en todas sus formas, volvió en el recuerdo de quienes fueron sus víctimas, para decir –sobre todo a aquellos que aún se resisten a escuchar-, que esto si sucedió en nuestro país. 137 casos, 137 personas. 100 de ellos que ya no están y a los que hubo que representar. Familias, amigos, amigas, compañeros, compañeras, que restituyeron a lo largo de este año, la verdad silenciada.

Y en este camino, algunas valerosas y fuertes mujeres que a fuerza de persistencia, convicción y amor sostuvieron la memoria y el presente en la lucha por la justicia. A todas, infinitas gracias. A las más cercanas, solo nos queda seguirlas: a Marcela y a su madre, que en nombre de Julio y Gloria batallaron para que fuera posible. A Cristina, que nunca se calló. A Lucía que preservó en su memoria cada detalle y cada nombre. A Liliana, que valientemente dijo ‘esto pasó, me pasó’. A Clara que no deja de buscar a Victoria. A Syra, Nora y Mirta, tres Madres siempre presentes. A los hijos e hijas, hermanos y hermanas, parejas, que han buscado y siguen buscando a los suyos y le siguen exigiendo al Estado que repare con Memoria, Verdad y Justicia aquello que alguna vez planificó y sistemáticamente ejecutó.

A las tres de la tarde, del 5 de agosto de 1976, a Héctor Ernesto Demarchi, ‘el Negro’,  se lo llevaron de las puertas de El Cronista Comercial (en Alsina 547 CABA), donde se desempeñaba como periodista, delegado sindical y militante político. Tenía 27 años. Había nacido en el Hospital de Morón y vivido hasta 1970 en la calle Julián Pérez entre Córdoba y Abel Costa. No era muy futbolero, pero cada vez que alguien mencionaba a ‘el Gallo’ en su presencia, se le estrujaba el corazón. Estaba enamorado de Liliana y de la revolución social, esa que permitiría un mundo más justo, equitativo. Era jodón, comprador, amiguero. Rubén, el Gallego, el Chino, Blanca, Eva, Raúl, Ricardo, Martha, Carlos, lo siguen recordando con lágrimas en sus ojos. Igual que siempre lo hicieron (hasta que la vida les dijo basta) Antonia y Felipe, laburantes, sencillos y amorosos, a quienes un Estado Terrorista les arrebató a su hijo, para siempre. Héctor hubiera sido seguramente un cálido padre, un tío compinche. O no. No lo sabemos, quedó congelado en la foto de sus 20 años. Ni siquiera le dieron la oportunidad de equivocarse. Por él, por ellos, por ellas, ‘a cuentagotas’ se ha hecho justicia este 26 de octubre del 2018. Pero falta, y mucho. Es una responsabilidad histórica y generacional la que tenemos por delante.

Al salir de la Sala AMIA en los Tribunales de Comodoro Py, los sentimientos contrariados se notan en cada uno de los rostros. Lloramos aliviados. Lloramos con tristeza. También lloramos por el sabor amargo que nos queda. Lloramos y nos abrazamos y besamos como si fuera la última vez que fuéramos a hacerlo. Cada uno piensa en su historia y los ojos lo dicen todo. Juntos también pensamos en la historia trágica de este país y con sólo mirarnos nos decimos, nos contamos todo lo que aún queda por hacer. Puente 12 II, Puente 12 III esperan instrucción, juicio y condena. Saber, juzgar, reparar son los verbos que anticipan lo que vendrá…