logoCoopFormalmente somos una cooperativa, con socios, estatuto, balances y asambleas.

Una cooperativa vinculada a la comunicación y a los medios.
Pero la Coop.* es, más bien un credo, creo.

Es un espacio de creación, con debates interminables y críticas implacables que endurecen a sus socios, que los acerca al núcleo o los expele.

Tiene mandamientos como “el trabajo da derecho” que se repiten de una generación a otra y se veneran como leyes fundamentales. Afuera el mundo mira tranquilo, porque nada parecido se cumple fuera de la Coop.

Los amigos, las parejas y la parentela se quejan por el tiempo que le dedicamos, hasta que se acostumbran o se separan o, algunas veces, aunque no entiendan, dejan hacer. Hacer es descubrir, preguntar, perder tiempo desarmando nuevas tecnologías que nos hagan menos dependientes y más llevaderos. Es tratar con nuevas estéticas por puro placer y necesidad. En ese trajín descubrimos gente con la que linkeamos.

El ingreso de nuevos socios es posible, pero se trata de un proceso complejo. Es un rito conservador que se basa en la confianza, en la necesidad. En el reconocimiento en el otro (o en la otra), de una señal que no se ve a simple vista, pero que los distingue del resto. “Nos acercamos, nos conocemos y un día un socio nos invita a participar de sus reuniones”, dirá la persona recién asociada. Así empieza un largo viaje, que puede durar años, en el que dejamos de ser yo, para ser nosotros.

Suena bien, pero no deberían practicarlo en sus casas. Es un pasaje doloroso, angustiante y de a ratos enloquecedor. Produce dolores de cabeza, necesidad de gritar, insomnio y males estomacales. En algunos casos puede provocar infartos y claro, dolores del corazón.

Pero semejante trance templa el cuero, ilumina, hace crecer. Desbarata el ego, prende el gen solidario, mata la vergüenza (algunos ya la traen en coma), y enseña -de todo- sobre organizaciones, responsabilidades y compromisos en un curso a todo trapo del que solamente podemos bajar a la salida.

De ahí salen las ganas de fortalecer a la Coop. para que en el futuro sea una empresa social que le permita a sus socios vivir dignamente de sus trabajos, trabajos en todas las áreas de la comunicación para lograr una sociedad equitativa y bienestar para todos sus ciudadanos, ciudadanos que un día se integren y fortalezcan este proyecto.

Mientras tanto, el futuro tarda en llegar, y los retiros económicos de cada socio son tan magros que a medida que crecen, se van por necesidad o imperio de la realidad. Algunos vuelven, otros nunca se van, otros no regresan, otros dicen, pero no se van.

Pero nada de esto es lo más importante.

Lo realmente insólito es lo que sucede alrededor de la formalidad cooperativa con esa marea de insurgentes que todos los días llenan la casa de la Coop. y hacen lo suyo para mantener girando este pequeño mundo.

Son músicos, poetas, actores, estudiantes, laburantes, aspirantes, deportistas y tahúres que vienen con banderas de todo tipo (siempre progres, ¡che!) y se arremangan para producir, escribir, diseñar, operar, sacar fotos, cebar mate, bailar, atender la barra, jugar al truco y enamorar.

¿Por qué?

Probablemente sea el color amarillo de la casa o el riff mestizo que suena en la radio o las voces que hablan con respeto del dolor y se burlan del poderoso, de su poder y de sus mañas.

Como sea, llegan en tandas, suben la escalera y se van quedando.

Si pudieran verlos, hay de todo, los soberbios, los de buen corazón, las que no se callan nada, las que no dicen nada y estallan en los debates, los genios del barrio que arman un estabilizador radioneuronal con la yerba que sobró a la tarde y un par de alambres. De todo. Ellos son nosotros somos ellos, porque así nos fuimos haciendo.

Todo esto viene a cuento de los 30 años que cumplió la Coop. Algunos estuvimos allí cuando pasó todo, otros al comienzo y unos al final.

En este tiempo vimos llegar los celulares, la interné, el gol del Diego, los saqueos, la guerra del Golfo, el ascenso y caída de la ciudad de los Redondos, el fakin HIV, los CDs y la horrible aparición de un nuevo sujeto histórico: los excluidos del sistema. No los pobres, no los desempleados. Los excluidos, esos pibes que se hicieron padres y nunca han trabajado, esos vecinos que probablemente no trabajarán más. No son desempleados porque nunca han trabajado. El sistema no tiene lugar para ellos. Son parte del presupuesto porque nada ilegal se puede hacer con ellos salvo subsidiarlos, sin reconocer que son un error del sistema.

La pobreza estructural avanzó en estos 30 años de manera vergonzosa. La tecnología sirve para digitalizar sus vidas y entregarnos esos datos tan ordenados y rápidos como sea posible.

¿Nosotros trabajamos con los excluidos? No. Si. A veces.

Cuando salimos de la radio y llevamos nuestros micrófonos fuera de nuestros jardines y laburamos para reflejar lo que vemos en los barrios.

La comunicación es una herramienta de transformación, debe serlo. Transformar la realidad, no sólo pensarla, es un mandato de los filósofos, militantes y pensadores que citamos en nuestras charlas de café o aplaudimos en los actos de esperanza. Así nos va.

Ya pasaron 30 años y seguimos afinando puntería.

Ha sido un viaje hermoso, siempre bordeando la pared, rebotando en ella y arrancando de nuevo.

El sistema, este en el que vivimos, imaginen, es una pared de contención, una pared que por ley detiene los aluviones. En ese muro, la Coop. es como esas grietas en las paredes viejas y sin pintura que vemos por la calle, cerca de la vía del tren, con musgo verde intenso y húmedo, otras veces ocre y seco. Muchas veces crece como una plantita guacha y larga un poco de flor también, eso si.

Por Alejandro Wassileff

Integrante de la Cooperativa de Trabajo para la Comunicación Social

*La Cooperativa de Trabajo para la Comunicación Social se fundó en febrero de 1986, desde entonces han pasado más de cincuenta socios y cientos de colaboradores. Actualmente administra la radio comunitaria FM En Tránsito 93.9, la productora cultural Platea Oeste y la revista Güarnin!.

Podés escribirnos a: lacoop@comunicacionsocial.org.ar