Otro desaparecido en democracia. La noticia comenzó a correr. La familia y vecinos primero, periodistas comunitarios y los organismos de Derechos Humanos después, denunciaron la desaparición de Luis Armando Espinoza, un trabajador rural de 31 años, padre de seis hijos. Desde un principio, apuntaron a la policía de Simoca y al vigía comunal Sergio Santillán por su desaparición el viernes 15 de mayo.

Luis Armando y su hermano Juan habían ido a la localidad de Monteagudo a cobrar su salario. Ya de regreso, en el paraje Melcho, se cruzaron con un grupo de policías de Simoca que venían de reprimir una carrera cuadrera (una típica carrera de caballos por apuestas aún vigentes en zonas rurales y que, desde su reglamentación en 1984, se dividen en legales y clandestinas. En general, la últimas sospechadas de complicidad policial e institucional). “Con la excusa de que estaban rompiendo la cuarentena, la policía comenzó a pegarle a Juan y allí Luis cayó de su caballo”, relató Carolina Frangoulis, militante de H.I.J.O.S Tucumán, en diálogo con Todo Otra Vez (lun a vie de 16 a 18hs por En Tránsito 93.9).

La imagen es la de todo un pueblo movilizado buscando a Luis Armando Espinoza

Horas más tarde, Juan contará que tendido en el piso alcanzó a escuchar un disparo en dirección a Luis. Luego, un golpe lo desmayó y ya no supo más nada su hermano. Tampoco lo sabría poco después, cuando regresó a su casa. Luis Armando, no estaba siquiera en el Hospital local. La familia hizo la denuncia el mismo viernes pero la Fiscalía tomó conocimiento de la desaparición del hombre el día sábado y recién comenzó a rastrillar el terreno el día domingo.

Mientras tanto, la familia de Luis Armando puso a disposición lo poco que tenían – tres caballos y dos bicicletas- y junto a baqueanos de la localidad de Melcho se internó en el monte para buscar al hombre. “El terreno es un terreno hostil, de campo, de monte, donde en el día hace ese calor que te parte la piel y de noche hace mucho frío. Hay lugares donde sólo se accede a caballo. Alguno de los policías fabularon una búsqueda pero, a decir de la familia, hicieron bastante poco. Es la propia gente del lugar la que le indicaba a la policía por dónde pasar. La imagen es la de todo un pueblo movilizado buscando a Luis Armando Espinoza”, explicó Frangoulis.

Con la presión de los organismos de Derechos Humanos y la noticia circulando a nivel nacional, el Ministro de Seguridad de Tucumán, Claudio Maley, no tuvo otra que separar de su cargo a los policías implicados y poner a disposición de la investigación a otro grupo de efectivos. Pero no es la primera vez que Maley y su fuerza de seguridad están en la mira. Entre las múltiples denuncias por violencia institucional, el 8 de marzo de 2018, Facundo Ferreira, un niño de 12 años, fue asesinado de un tiro en la nuca. La bala que lo mató fue una de las doce que salieron del arma 9 milímetros de Mauro Díaz Cáceres, del comando motorizado 911. En seguida, Maley salió a cubrir el hecho alegando “legítima defensa” por parte de Díaz Cáceres, quien aún está en funciones, y de Nicolás González Montes de Oca, el otro policía implicado en el crimen aunque actualmente preso por robarle la cartera a una señora.

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La investigación sobre lo que sucedió con Luis Armando gira en torno al comisario Rubén Montenegro, el oficial José Morales y los sargentos René Ardiles y Victor Salina. También los cabos José Paz, Claudio Zelaya y Miram González, y el agente Esteban Rojas. Incluso el vigía comunal Sergio Santillán, una especie de policía comunal. “El vigía no puede estar armado pero que sí puede tener, por ejemplo, una cachiporra y cada tanto se ve con la posibilidad -puesta por él mismo – de pegarle un chirlo a algún adolescente que anda dando vueltas y que a él le caiga mal. Eso es lo que hace un vigía en el interior de la provincia. No tiene ninguna potestad de hacer multa, ni de meter preso a alguien, ni de nada. Pero sí forma parte del mismo aparato represivo que lo pone en la  vereda de policías que desaparecen a Luis Armando”.

El jueves por la noche, la cadena de mando se quebró. Dos de los nueve implicados confesaron que no ellos pero sí otro grupo dentro de ese clan, mataron a Luis Armando y desecharon su cuerpo en medio del monte, ya en otro lugar que se llama La Banderita, a 6 kilómetros de Alpachiri. La causa entonces da un giro y comienza a investigarse una desaparición forzada de persona con homicidio agravado. De hecho, el lunes en el marco de un rastrillaje, un perro adiestrado indicó un lugar en particular donde había manchas de sangre y no avanzó más. Lo que se supone ahora es que allí estaba la camioneta a la que subieron a Luis Armando y desde ahí se perdió el rastro.

Cómo vuelvo a casa y le digo a su madre que su hijo ya no volverá a cuidarla

Las primeras pistas indicarían que el hombre fue llevado en una camioneta roja hasta Monteagudo y, ya envuelto, lo metieron en el auto del comisario Montenegro. Desde ahí salieron de Tucumán por la zona del cerro hasta La Banderita.

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Luis Armando tenía 31 años, era trabajador rural, padre de seis chicos de entre 13 y un año; y era uno de los 17 hermanos Espinoza. “Cómo vuelvo a casa y le digo a su madre que su hijo ya no volverá a cuidarla”, preguntó Patricia Cuevas, cuñada de Luis, frente a las cámaras de la televisión local. “Nunca nos podíamos imaginar que lo iban a tirar tan lejos. Encima lo tiraron y el cuerpo está comido por los animales. Es algo muy doloroso encontrarlo así. Ni su madre podrá verlo porque él volverá a su casa cerrado en un cajón”.