En un barrio matancero, lxs vecinxs padecen enfermedades respiratorias, dermatológicas y cáncer por los desechos tóxicos que expulsa la empresa Klaukol.(*)
Desde arriba del puente peatonal ubicado en el km 44.500, a la vera de la ruta 3, se puede ver entero el barrio La Mercedes. Son ocho cuadras con 300 casas, y a primera vista podría tratarse de un pueblo más de Virrey del Pino, del partido de La Matanza. Sin embargo, en la segunda mirada, se irritan los ojos y se respira un aire con gusto a muerte.
“Este es mi barrio”, dijo Susana Aranda, vecina del lugar desde hace 43 años, mientras caminaba por la calle Loeffer, la única del barrio asfaltada por la empresa abocada a la fabricación industrial de productos para la construcción y dueña del monstruoso que se ubica a pocos metros de las casas traseras: Perex Klaukol.
Sobre el asfalto se ve un polvillo que parece arena gris. Susana en seguida advierte: “Este polvo son desechos tóxicos que se emanan las 24 horas del día por las tolvas, que son como chimeneas gigantes”. Se lo denomina “material particulado” y está conformado por diferentes elementos y metales pesados que utiliza Klaukol para la fabricación de sus productos, que con solo estar un par de horas ya causa ardor en los ojos y garganta. Plomo, fósforo, mercurio, arsénico, son algunas de las sustancias altamente contaminantes a las que lxs vecinxs resisten hasta donde les da el cuerpo.
Y es que en La Mercedes, convivir con la muerte es moneda corriente. “Es cuestión de tiempo, cada organismo se manifiesta de distinta manera ante los metales pesados”, se lamenta Susana. “Es como que te dicen “vas a morir”, y lo único que no te ponen es el día y la fecha, pero vos sabés que te levantás en tu casa y estás respirando y vos sabés que te estás condenando. Y no es que yo exagero. Yo veo a mis vecinos, a mis seres queridos como mueren”.
No exagera. Antes de llegar a la puerta lateral de Klaukol, donde desde el 9 de marzo de este año, un grupo de vecinxs se turnan para vigilar el acampe que montaron, Susana fue relatando historias que erizan la piel: “Ahí ya no vive nadie, se han muerto toda la familia Coppotelli”, señaló a una casa que ahora está en venta. ”La familia Verón también se murieron todos, mamá, papá e hijos”, vuelve a señalar una casa ahora habitada por otra familia. Todas las casas tienen al menos un fallecidx o algún familiar con problemas graves de salud.
Otra vecina, Mabel, quien tuvo un ACV recientemente y que aseguró que su salud se deteriora día a día, expresó: “Yo lucho hasta donde puedo. Sé que en algún momento voy a quebrar. Pasa que acá, en La Matanza, no le importamos a nadie”.
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El acampe está conformado por una casilla de madera envuelta en lonas y por banderas que cuelgan del alambrado de la empresa. “S.O.S. Klaukol nos mata” dice una de las frases escritas con aerosol rojo. Está ubicado exactamente frente a las cámaras de seguridad del portón de la empresa vecina, Mercedes Benz. Así lo decidieron debido a las innumerables amenazas que recibieron quienes vienen reclamando por la contaminación desde el año 2009.
En abril de 2014, La Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR) realizó un relevamiento a lxs niñxs de entre 0 y 12 años. Según los papeles que Jorge Taiah, abogado de las familias damnificadas del barrio, tiene a disposición, en el 100% de los casos lxs niñxs presentan plomo en sangre. “Con esos datos hoy Klaukol debería estar cerrada– expresó Taiah – De hecho Klaukol fabrica en Argentina lo que no puede fabricar en Francia, su casa matriz”.
Sabiendo que la vida tanto de lxs adultxs como de lxs niñxs está en sus manos, las máquinas no pararon de funcionar en ningún momento desde que fue comprada por el Grupo Parex en el año 2000, veinte años después de haberse instalado Klaukol en el barrio.
“Me dicen los médicos de ACUMAR que los chicos no tienen que jugar en la tierra, que traten de que no gateen”, expresó Susana y agregó: “Es imposible. Una mamá puede cuidar a su hijo, le nutrís bien, le vacunás todo, pero ¿cómo lo defendés de un asesino invisible que está en la tierra, que está en el aire, que está en el agua?”.
Las napas de agua de La Mercedes también están contaminadas por desechos tóxicos. No hay forma de escaparle a la contaminación. Se mete por los poros y Carmen, otra vecina de allí, es el vivo ejemplo ello. Tiene la piel percudida por el vidrio molido que expulsan las tolvas. Pasa, saluda y se va pisando el barro de todas las calles de un lugar que no le importa a nadie.
Lxs vecinxs recibieron una carta desde el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS) en la que se excusaban de que no podían intervenir porque correspondía a ACUMAR; por su parte, desde esta última dijeron que “como hay cambio de autoridades, por el momento no iban a dar declaraciones sobre Klaukol, porque es un tema delicado” y que en realidad “la responsabilidad era de las autoridades municipales”; desde la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, ahora a cargo de Karina Rocca, no dieron respuestas sobre la problemática; las denuncias radicadas en el Juzgado Federal del juez Jorge Rodríguez quien interviene en las causas de ACUMAR y en el juzgado No 1 de Morón del juez Jorge Salas tampoco dan con soluciones determinantes.
“Perdí la fe en todas las instituciones”, expresó Susana. “Dicen que vivimos en democracia y eso es una mentira. Si uno no hace lo que los políticos en turno no le conviene que se sepa, no se sabe” y responsabilizó al actual intendente de la Matanza, Fernando Espinoza, quien nunca les dio una reunión pese a los numerosos intentos de diálogo por parte de lxs vecinxs.
Mientras se pasan la pelota de un lugar a otro, en La Mercedes hay 300 familias condenadas a morir por una multinacional sin cara y un Estado ausente. “Si antes había 30 mil desaparecidos, en la democracia también los hay– finalizó Susana Aranda, con lágrimas en los ojos – porque de mi barrio desaparecieron mucha gente que no se pueden defender, están bajo tierra, por contaminación y por omisión de la democracia”.
(*) Nota publicada en la Revista Güarnin!. Agosto 2015. Por: Belén Bertonasco